Tatuadas
Tenía el pelo de tres colores, marcas de cuerdas por doquier y tatuajes hasta en el coño. Con los personajes de su piel, Tim Burton podría hacer una película de terror; y con las frases que llevaba escritas, se podría componer una copla de la Piquer.
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Las mujeres la miraban con recelo, los hombres con deseo y las niñas con curiosidad. Era culta y valiente, fuerte y sensible, dulce e intensa. Amable con algunas personas… pero una zorra implacable con otras. Una mañana de agosto, persiguiendo un Pokémon por la calle, la atropelló un camión.
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La gente acudió al instante, pero ya solo para verla muerta sobre el asfalto… aunque más guapa que nunca: el pelo desordenado, su pañuelo pirata desanudado, el top blanco desgarrado, el short vaquero roto, una de sus Converse a cinco metros y su cuerpo semidesnudo, salpicado de sangre.
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En un minuto ya estaba completamente pálida. Sin embargo, todos los tatuajes —más vivos que nunca— comenzaron a moverse, mientras la gente, maravillada pero asustada, retrocedía unos pasos. Las estrellas de su cara ascendieron al espacio y el dragón de su espalda se fue tras ellas; las cinco rosas de sus brazos buscaron un jardín y las mariposas de su cintura las acompañaron; sus muchas calaveras y serpientes se fueron por las alcantarillas, el ratón Mickey se alejó bailando y la bruja de su culo volando en la escoba. Las palabras bajo su pecho buscaron periódicos abandonados y las cadenas y esposas de sus tobillos se arrastraron haciendo ruido. Los diamantes de colores se incrustaron en los anillos de las chicas que había cerca y el Darth Vader de su pierna se metió en un cine. Lo último que salió de ella —pero muy enfadada— fue la pequeña gatita negra de su hombro, su primer tattoo.
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Pronto, su cuerpo blanco quedó completamente limpio de tinta. Fue entonces cuando Marta, entre sudores, abrió los ojos. Completamente acojonada y tirada en su cama, se miró el cuerpo... y allí estaban todos sus tatuajes.
Lo primero que hizo al levantarse fue pedir cita para hacerse otro. Tal vez una luna para su gata.
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SiPNOSiS
Marta es un lienzo vivo: cuerdas, frases, calaveras, brujas, dragones, Mickeys y demonios conviven en su piel sin pedir permiso. Hasta que, en un instante absurdo y brutal, muere... o eso cree.
Tatuadas es un viaje entre la muerte y el sueño, entre la tinta y el alma, entre lo que somos y lo que nos dibuja.
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Algunas reacciones tras su publicación en redes:
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“En cada historia te superas. ¡Bravo!” — Marty González
“Muy muy chulo. Me ha encantado.” — Teresita Palacios Domínguez
“En dos palabras: im-presionante.” — Mari Ángeles Fernández
“Siempre sorprendiendo.” — Prado León Camacho
| “Yo no soy ni amiga ni voy tatuada, pero me ha gustado el relato. Podrías hacer una recopilación con todos y publicarlos. Quién sabe si estamos ante un nuevo Edgar Allan Poe…” — Félix Marina Buytrago
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Ciudad Real, 2016. Publicado en Facebook.
La nana que aparece en este relato (“Mi niño es más bonito que los reales de a ocho…”) forma parte del cancionero popular español, transmitido oralmente desde el siglo XIX, especialmente en el ámbito andaluz. Su autor es desconocido.
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